viernes, 27 de marzo de 2009

LA PERSPECTIVA JERÁRQUICA DE LA MUERTE

La idea de la muerte ronda sobre nuestros cogotes como un grupo de buitres negros. Una realidad siempre abstracta, pues aunque nos hartemos de asegurar que sólo hay una cosa segura en la vida, y esa es la muerte, en el fondo desconfiamos de que “eso” nos pueda pasar. Por muchos cadáveres que veamos, nos resistimos a creer que vayamos a acabar así algún día.
Algo absurdo, pues como bien dice Umbral, llevamos la muerte con nosotros, ya que nuestros cadáveres pasean con nosotros. Visualicen el programa de éxito “Lluvia de gusanos” en el que un siniestro Bertín Osborne cantaba aquello de “dentro de ti, hay un cadáver”. Recuerden; bajo sus pelos, su piel, su carne lucen sus huesos y su calavera. Deberían ir de luto.

Al grano. Cada día me cansa más la dictadura de la jerarquía de los muertos. Y es un tema que me arrebata a diario, pues es rutina ver en los informativos como un señor de corbata nos actualiza el obituario, añadiendo otra cuenta más al archivo de fallecidos. Son los más celebres, aquellos que protagonizan un mayor tiempo en la escaleta, los que más me enferman.
Según los libros de religión de Anaya, la editorial en la que escriben los nuevos apóstoles, los muertos que se llevan el premio (el cielo) son los que han sido más buenos.
Según “El Mundo”, que dirige el enterrador Pedro J, coincidiendo con la concepción que tiene también el mundo con minúscula, la importancia del muerto no depende de su bondad. Depende de los siguientes condicionantes:
1.- el morbo.
2.- el oficio desempeñado.
3.- los motivos de la muerte.
4.- la aportación artística.
5.- la complicación a la hora de pronunciar el apellido.
No importa si usted es un jardinero genial, un taquígrafo dedicado o un barrendero de leyenda. Su expiración no será retransmitida.
Así pues, hoy en día, y en contraste con el dogma cristiano, el obituario de una buena persona, como Vicente Ferrer (el pobre está knockin´ on heaven´s door), ocupará el record de tres columnas, y en cambio la muerte del famosete, asesinado violentamente, artista de turno, puede que incluso un suplemento especial.
Pero eso no es lo peor. El origen de mi reflexión viene por Marta del Castillo. Sobre toda la imagen de los cientos de personas agolpadas frente a la comisaría que gritaron “asesinos” e “hijos de puta” a los presuntos homicidas. Los millones de personas que sentirán algo, aunque solo sea por unos instantes, cuando aparezca su cadáver. Los cientos de personas que llorarán en ese momento. Sentimientos dirigidos, y provocados por la muerte de alguien que no nos es conocido (más que por unas fotos del tuenti) y que, no sabemos si a ciencia cierta, y a nadie le ha importado, era una buena persona o no.
Cada detalle morboso conocido amplia la lista de invitados a su entierro por miles. Si no hubiera estado desaparecida no hubiera ocupado más de una noticia en la página de sucesos.
Me opongo a la dictadura de la jerarquía de muertos. Si alguna vez me importa la muerte de alguien famoso será porque me ha enseñado cosas tan importantes como me pudiera haber enseñado un familiar o un amigo. Y esos casos serán los menos.
La sociedad es carroñera. Se alimenta en los cementerios.
Yo, y en mi nombre el cadáver que habita en mi interior, escribimos esto porque tenemos la seguridad de que la lista de condicionantes variará en el futuro. Esperamos que dentro de 50 años, en el top ten thanatos, aparezcan los bloggeros famosos.

jueves, 19 de marzo de 2009

SUCESOS REUNIDOS y restaurantes especilizados

ya en tiendas.
Un escalestris en el que gana el que vuelque el coche y le de más vueltas de campana.
barbie travesti (o ex-Ken) con accesorios como una jeringuilla rellenable o un alijo dentro de un chihuahua
una cocinita para aprender a preparar platos envenenados
un piano con sonidos pregrabados de chillidos de putas torturadas, gritos de hindúes quemándose a lo bonzo y aullidos de menores violadas

RESTAURANTES ESPECIALIZADOS
HOY...cocina de Kenia.
De entrante cuenco de barro al vapor.
Primero; barro hidrogenizado.
Segundo; croquetas empanadas con arena rellenas de barro.
Postre; Tiramisú de barro.

viernes, 6 de marzo de 2009

EL LAMENTO DEL LAGARTO

Así que estaba en mi nueva y flamante casa pensando en todas las cosas que tenía que hacer cuando apareció una ágil cucaracha en la cocina. Homicidio en primer grado. Móvil; no puedo convivir con nada que tenga más extremidades que yo. Arma; unas adidas classic.
Para acallar mi conciencia, decidí darme un respiro y refugiarme en el bar de abajo, El lamento del lagarto. Nunca había entrado, ya que siempre que pasaba por la puerta veía 4 o 5 negros servidos por otros 2 o 3 negros. En total, de 6 a 8 negros.
Y no hubiera entrado si no supiese que había un concierto de piano (¿?)
Así que entro en el baro donde habitan 4 seres; dos negros, que eran los dueños, un borrachín sudamericano y un calvo encallado en la barra.
- Venía por el concierto...¿no es hoy?
El calvo responde;
- Si, si, esque estamos esperando a que venga más gente.
Enseguida intuí que el alopécico era el pianista. Fumaba coronas y bebía whisky con coca cola. El calvo se gira y le dice al negro:
- Ponme otra con coca cola.
Reacción del negro; pone cara de dique y mastica un "joder" mientras le sirve otro puñetero cubata.
Pero todos mis deberes, la cucaracha y la mala ostia del negro desaparecieron en cuanto el pianista puso su dedo sobre la primera tecla.
Con un misterioso y elegante tango de Piazzola comprendí que el borrachín sudamericano (Gardel, tallador de madera) estaba bastante solo en Madrid, se hundía en el alcochol para olvidar su nostalgía y echaba de menos a una mujer.
Con el vals y el bolero entendí que el negro malhumorado estaba cansado de ofrecer concierto y que no fuera ni dios.
Entonces entraron otros 4 negros, muy ruidosos, y el pianista se enrolló con Thelonius Monk. juro que creí estar en un club de Nueva York en los 50.
Pero la que realmente me transportó a otros lugares fue la versión de Space Oddity de Bowie, muy libre, pero grandiosa. He escuchado esa canción 1329 veces, y nunca me emocionó tanto.
Así que ahí estabamos, esa macedonia humana, siendo manejados por las teclas de ese instrumento, con todos nuestros problemas fuera del bar, en un universo paralelo, aunque fuera por media hora, aunque fueramos cuatro gatos.
Y el pianista ahí estaba, dándole a la tecla, a pesar de los ruidosos amigos del dueño, de la falta de público, y de la mala acústica del lugar. Era uno de los músicos que seguía tocando cuando el Titanic comenzó a sumergirse.
Porque de eso se trata, de seguir tocando aunque el Titanic se esté hundiendo.

martes, 3 de marzo de 2009

LA MEMORIA FIJA

Con la memoria fija
en la diana del tiempo
el pelo prófugo en el lavabo
los dientes esquinados
de morderme el mundo